La Guardia Civil salva vidas en el drama de la inmigración

IAM/Redacción 

Veinte años en los que el balance no puede ser sino positivo para los miembros del Servicio Marítimo de la Guardia Civil con más de 50.000 personas salvadas en alta mar. Todo ello a pesar de que las tripulaciones de este servicio cuentan con un hándicap en su contra, porque como ha denunciado en repetidas ocasiones  AUGC, las patrulleras de las que dispone la Guardia Civil no son las idóneas para este tipo de salvamentos, que por sus especiales características son muy complicados. Es imposible que con patrulleras con la borda por encima de dos metros del nivel del mar se pueda realizar un rescate seguro tanto para los náufragos como para los guardias civiles.  Por eso el protocolo de actuación deja claro que corresponde a Salvamento Marítimo realizar este tipo de funciones. Sin embargo, y sea por las razones que fueren, es  la Guardia Civil, y en condiciones muy difíciles, la que habitualmente es reclamada para llevar a cabo las labores de rescate cuando se avistan pateras o se producen naufragios.El lamentable accidente ocurrido el 13 de diciembre a una milla de la isla de Lanzarote fue una consecuencia de lo expuesto en este comunicado, con el trágico balance que supone el coste de una vida y la desaparición de al menos otras seis personas, porque no podemos olvidar que hablamos de seres humanos, independientemente del color de su piel o su situación social.AUGC cree que la sociedad, la opinión pública y las autoridades no pueden olvidar quien es el verdadero responsable del trágico suceso. Detrás de cada patera que trata de llegar a nuestras costas no está ni el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, ni Salvamento Marítimo, sino mafias organizadas que buscan su beneficio a costa de la explotación de personas que sólo quieren alcanzar su sueño de una vida mejor.

Así, en esta ocasión, es al patrón de la patera al que debe achacársele la responsabilidad de lo ocurrido, pues además de obligar a todos los ocupantes de la misma a no portar ningún tipo de iluminación que hiciera algo más fácil para la patrullera policial su localización -ya de por sí muy dificultosa en el medio náutico durante las horas nocturnas-, decide irresponsablemente emprender la huida a sabiendas del enorme riesgo que ello conllevaba para la embarcación y sus ocupantes.

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