TCAM-NACIONAL/DAVID SAN JOSÉ
El Real Madrid ha caído derrotado ante el Bayern de Münich en el partido más importante de la temporada hasta el momento. El conjunto de Mourinho ve algo reducidas sus posibilidades de estar en la Finalísima, aunque el resultado no es tan malo como parece.
Lo que si fue malo fue el juego del Madrid a lo largo de los 90 minutos. El técnico portugués ya no sorprende cuando deja en el banquillo a Marcelo y pone a Coentrao en los partidos importantes y su compatriota le reconoce su confianza con un ridículo tras otro.
El equipo blanco no quiso ir a por el partido en ningún momento, aunque es cierto que el primer golpe lo asestarían los visitantes, por calidad… por inercia, porque aunque el entrenador no quiera que su equipo juegue al fútbol, hay veces que sale sólo. Por ejemplo cuando la tiene Özil. Corría el minuto 6 cuando el alemán filtraba un pase entre los centrales y dejaba a Benzema sólo ante Neuer. El disparo del 9 lo sacaba a córner el meta.
Pasaban los minutos y ninguno dominaba, quizá, porque ninguno lo quería hacer. Pero así se llegó al cuarto de hora y Robben botó un córner al punto de penalti que acabó en gol de Ribery tras dos rechaces. Boateng estaba en claro de juego, impidiendo la visión de Casillas, pero el saque de esquina, una vez más, estaba pésimamente defendido.
A partir de entonces, los alemanes juntaron líneas y se metieron un poco más atrás. El Madrid tomó el mando, pero a penas creaba peligro. Un tiro de Cristiano desde la frontal que se fue muy desviado y otro de Benzema, fácil para Neuer, fue lo poquito que creó el equipo español.
Todos los de arriba querían hacer la guerra por su cuenta, nadie combinaba. Así se llegó al descanso y tras él, el partido no mejoró mucho. A los 7 minutos y tras una serie de despropósitos, el Madrid consiguió empatar el encuentro. Özil y Benzema, los dos mejores de los blancos, se juntaron para asistir a un Cristiano desconocido, ya que marró el mano a mano con el cancerbero. El cuero le volvió al francés que, en semifallo, encuentra otra vez al astro de Madeira y éste, sin ángulo, se la da a Özil para que marque a placer.
Las bandas… dos coladeros
Después del empate, como es habitual en los partidos importantes, salió a relucir la racanería de Mourinho, que mandó al equipo meterse más atrás. La consecuencia fue nefasta; el Bayern, al encontrar un embudo por el medio, intentaría jugar por bandas. Ribery rompería una y otra vez a Arbeloa y de Coentrao mejor ni hablamos. Robben tenía un auténtico chollo por su banda. El esperpento se completó cuando Mou dio entrada a Marcelo para retirar al único capaz de crear juego en la medular, Özil.
Por entonces Mario Gómez ya había tenido un par de ellas, una la sacó Casillas saliendo a sus pies y la otra la tiró muy arriba. Y es que los balones colgados por las bandas para el ariete alemán ya eran continuos.
El técnico portugués completó su gran lectura del partido cambiando a Cristiano Ronaldo de banda. Cuando esto sucedió, Philip Lahm, lateral diestro de los alemanes, se vio aliviado en su labor defensiva y, observando la inoperancia de Coentrao, se sumó al ataque.
El resultado… el ridículo en su máxima expresión. El lateral portugues era superado una y otra vez hasta que, en el último minuto, Lahm lo dejaba sentado, literalmente, con una facilidad pasmosa y ponía un centro perfecto, sin oposición alguna, para que Mario Gómez ejerciese de panzer e introdujese en cuero en las mallas de la portería defendida por Casillas.
Cada repetición de la jugada se me viene a la cabeza una cifra… 30 millones de euros.