Populismo. Por: Ángel Luis Jiménez

Populismo es una palabra de moda que significa cosas distintas según quien la emplea o quien la lee o escucha. Para algunos es sinónimo de fascismo, para otros de izquierdismo. ¿Cómo es posible que este concepto dé lugar a tan diferente interpretación? Porque el populismo vive de convertir al perdedor en una víctima que exige restitución o incluso venganza.
Estamos viviendo una forma radical de individualización, que trata de enfatizar lo que es especial y único. Cada uno tiene en su teléfono un hilo de noticias singularizado. La economía produce productos a la medida. Y, naturalmente, los individuos, especialmente en las nuevas clases medias, esperan poder desarrollar su individualidad durante sus vidas, y no ser como los demás.
En muchos aspectos esta puede ser una evolución positiva, pero también significa que las ideas de lo común, por ejemplo, del progreso de la sociedad en su conjunto, parecen inadecuadas. Ya no hay un espacio público general, no hay una idea unificada del progreso general. Todo se singulariza. Sin embargo, hasta la resiliencia, que parece ser algo individual, tiene su vertiente comunitaria de cooperación y cohesión social. Es necesario, más que nunca, un cierto renacimiento de lo común, aunque pueda resultar difícil.
Pero, ¿cómo evitar que triunfen los populistas, los reaccionarios, los de Vox y los Trump de este mundo, que cada vez son más fuertes? ¿Basta con ser resiliente? Si algo nos afectara colectivamente, podríamos responder como comunidad. La discusión sobre el cambio climático ya no está tan presente como hace cinco años, pero es algo que nos afecta a todos, no podemos esquivarlo, estamos en el mismo barco. Es algo que nos afecta colectivamente y deberíamos reaccionar colectivamente.
Si fuese optimista, diría que algo que nos afecta de manera general puede llevar a una política de lo común. Pero hay que ser realista y decir que no tiene por qué ser así. Precisamente la apelación a lo común lleva a que haya grupos que digan “Vosotros habláis de cambio climático, pero no es mi problema”. En este sentido, no hay garantías. Ahora, lo general es algo frágil.
Espero que la gente se dé cuenta que nuestro legado de progreso no puede darse por sentado. Sería un error de percepción. No comparto la visión del politólogo Francis Fukuyama del fin de la historia como una parada, una detención, una situación no-cíclica, donde su evolución tiene un término que desembocará en un período estable y sin cambios mayores. Eso fue en los noventas, pero la historia no ha llegado a su fin, sigue en marcha. Si el legado del progreso nos parece valioso, hay que defenderlo y seguir desarrollándolo. En definitiva, seguir progresando como sociedad.
Sin embargo, la democracia liberal puede tener un problema de legitimación cuando las experiencias de pérdida prevalecen. La propia democracia liberal es un producto de esa creencia occidental moderna en el progreso. Básicamente promete, desde la Revolución Francesa, mejorar las condiciones de vida de la población. Pero si entre la población se extiende la impresión de que esta promesa ya no se cumple, surge un problema de legitimación. El auge del populismo es un síntoma de ello.
El populismo precisamente se basa en las experiencias generalizadas de pérdida en algunos grupos sociales. Responde a ello con una especie de retrotopía, la idea de que tuvimos un pasado mejor, por así decirlo, y que ahora podríamos recuperarlo. El “Make America Great Again” es eso. Ya no se trata de la orientación clásica hacia el progreso: aquí, el regreso al pasado ya se ve como una mejora. Y esa desconfianza en la política actual lleva a votar a los populistas. Porque nadie quiere ser un perdedor, pero si se es víctima, la cosa cambia.
Como víctima, uno se enfrenta a un perpetrador que es el culpable de la propia miseria. Como víctima, siempre hay alguien a quien culpar. Esto es un elemento importante en el auge del populismo, que vive de convertir al perdedor en una víctima que exige restitución o venganza. El populismo dice: “En realidad no sois perdedores, sino víctimas injustificadas de las élites liberales que os han colocado en una mala posición con sus políticas de globalización”. El populismo hace malabarismos con experiencias de pérdida, y en ello radica gran parte de su éxito. Y así nos va.