Kant, una luz para iluminar tiempos sombríos. Por: Ángel Luis Jiménez

Al finalizar el año, se acaba el aniversario del tercer centenario del nacimiento del filósofo Immanuel Kant (1724). Un filósofo adelantado de su tiempo, una luz que iluminó tiempos sombríos como los actuales, cambiando la forma de pensar de la gente e incitándola a reflexionar y cuestionarlo todo.
Vivimos un cierto regreso al pasado. Reaparecen la ignorancia atrevida, la irracionalidad, el miedo, las teorías conspiranoicas, las sombrías figuras autoritarias y las guerras sangrientas. Ante ello, no hay recetas mágicas, pero podemos volver a escuchar a los que quisieron emanciparnos de fanatismos y actuar a la luz de un entendimiento común. Podemos volver a Kant.
La obra de Kant lo impregna casi todo. Desde la idea de la educación universal y gratuita hasta el principio de autonomía moral y personal, de Habermas a Hannah Arendt, pasando por Hegel. “Seguro que Kant ha influido en usted, aunque no lo haya leído”, advertía Goethe. Y así es. En 1950, los libreros alemanes se inspiraron en sus ideas para otorgar el Premio de la Paz de la feria del libro de Fráncfort.
Kant fue un pensador que abrió el camino para ser mejores ciudadanos, también impulsó el derecho internacional y el concepto de un gobierno organizado en una federación de estados, inspiradora de entidades como la ONU o la Unión Europea. Ahora, en el volátil contexto actual, sus ideas cosmopolitas y democráticas vuelven a cobrar sentido.
Los europeos occidentales somos idealistas, vivimos todavía influenciados por la era de Kant, pero para los norteamericanos eso no existe, y menos ahora con Trump. Así que, nos enfrentamos a un choque gigantesco entre dos visiones del mundo. Sin embargo, también los europeos estamos creando las condiciones para las dictaduras universales: aceptando un mundo a veces sin justicia y democracias que permiten la corrupción y el nepotismo.
Kant, fue un hombre metódico, de familia humilde, influenciado por su madre, una lectora inquieta de recta conducta que le llamaba cariñosamente Manelchen (Manolito). “Un ateo ético”, un pensador que vio con buenos ojos la guerra de Independencia americana y la Revolución Francesa, un trabajador solitario que se volvía sociable unas horas al día, cuando invitaba a grupos de amigos a comer, a beber vino y a conversar en su casa.
En sus obras alude a un mundo en permanente construcción, alertando de que cuando se habla de la sociedad como es, en verdad se subraya “lo que se ha hecho de ella”. Contra las tentaciones del nihilismo y el no future, Kant insta a actuar como si el mundo tuviera un propósito, y este fuera digno y decente. En Kant, trabajar y colaborar de forma comunitaria y tener las obligaciones morales claras conlleva una esperanza real en el futuro.
La obra kantiana refleja que el futuro llegará, y no hay ninguna razón sensata para no trabajar por un mundo mejor, sino muchas razones para hacerlo. Pero Kant no era un optimista irredento. Era consciente del conflicto y la maldad en el humano, y avisó de que solo el conocimiento y la conciencia ética pueden detenerlos. El prusiano vendría a ser un pesimista con un inquebrantable optimismo metodológico, basado en la esperanza moral de que nuestro perfeccionamiento puede transformar el futuro.
Pero no todo va a ser mañana. Para hoy mismo, el pensador de Königsberg nos ofrece herramientas para la convivencia cotidiana, como la idea de ser generosos con los demás e implacables con nosotros mismos, o de actuar como si de nosotros dependiera el curso del mundo. Hay mucho que aprender de él: a tratarnos educadamente, prestar atención sincera a los demás en el trabajo, en casa o en la calle. Son pequeñas reverberaciones que perfilan un mundo más humanizado. Entonces, no todo está perdido. Tras reencontrar la voz del filósofo, dan ganas de cantar “yo era ateo, pero ahora creo” (en Kant).