Algeciras no te escondas: Mi Gordo

Allá de donde vengo, la palabra gordo (o gorda) no tiene ese doble sentido sinceramente afectuoso que utilizamos en esta tierra para referirnos a nuestros seres más queridos. Allí, un gordo es un gordo. Así que ese adjetivo del que me avergoncé puerilmente, ese sustantivo que en tantas ocasiones me hizo bajar la mirada, se redime cuando escucho a mi más querida amiga algecireña llamarme Gordo. Me hace sentir orgulloso de haberlo sido, afortunado de seguir siéndolo.

Pero a parte de mi querida amiga, esa hermana pequeña que encontré en mi Rinconcillo, hay otra gorda en mi vida, Mi Gorda. La conocí al poco de llegar a Algeciras, en la galería-tetería Cuatro Gatos. Mi mirada se clavó en ella en cuanto llegué a aquel oasis de paz que Jota creó en medio del hiperactivo centro de la ciudad. Colgaba de la pared junto a la etiqueta de un precio que no le hacía justicia. Le pedí que viniera a vivir conmigo y en sus enormes ojos pude leer un sí. Desde entonces, me contempla cada vez que me siento a escribir estas palabras de amor a la ciudad donde nos conocimos. Desde entonces, he querido agradecer a su autora, Raquel Macías, que pintara para mí estas curvas que me recuerdan al admirado Botero y esta nariz Picassiana, pero sobre todo, que me concediera un par de esos grandes ojos de mujer a través de los cuales la prolífica pintora ha escrito ya, todo un diccionario de sentimientos.

Este fin de semana, además, he conocido a mi primer sobrinito. Hacía mucho tiempo que lo esperábamos y llegó por fin hace unos días, con tres kilos seiscientos gramos y un pan bajo el brazo. Se llama Pau, que en catalán significa Pablo pero también Paz. Reservaré para Pau los versos que tenerlo en mis brazos ha inspirado; sí, una semana más que no llego a las setecientas palabras. Pero no son necesarias tantas para expresar que ochocientos kilómetros de ida, ochocientos de vuelta y un día de retraso en mi cita semanal con ustedes (que seguro, sabréis perdonar) han merecido la pena sólo por poder susurrarle al oído: Bienvenido al mundo, mi gordo.

Sr. Gilmore

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