Parará Feijóo la “moda” de Vox. Por Ángel Luis Jiménez

La relación del PP con Vox tiene algo de esquizoide y exige mucha alquimia. El PP no puede evitar contemplarlos como votantes descarriados que hay que atraer de nuevo. Son a la vez gente propia y apoyos ajenos.

La consigna del PP en la entronización de Nuñez Feijóo debería haber sido la misma que utilizó Trump en su día: “Hagamos al PP grande de nuevo”. Al menos así parecía en su convención de Sevilla, donde prevaleció la añoranza del pasado y se aclamó a los viejos líderes (Rajoy y Aznar) con mayorías absolutas, ubicando en un pasado idealizado el punto de referencia para su acción futura.

Esa actitud del PP puede tener mucho que ver con el fracasado intento de Pablo Casado por hacer tabla rasa de la etapa anterior, que ahora ha cobrado su venganza. La esperanza del PP es que haya un “efecto Feijóo”, que su entrada en la presidencia del partido como líder territorial experimentado contenga las fugas de votos del PP e inicie su recuperación.

La apoteosis por lo nuevo y el cambio, el signo de identidad de los partidos a lo largo de los últimos lustros, se ha desinflado. Y no solo por el fracaso de lo que en su día fue presentado como “nueva política”, ahora arrojada al olvido. En estos procelosos tiempos de pandemias, guerra e inflación desbocada vuelve la nostalgia por la gestión bien hecha. “Lo haremos bien” dice la nueva consigna del partido conservador.

Detrás está también, no cabe duda, la presencia de Vox, que fue ignorado durante toda la convención, No se mencionó su nombre, pero su espectro rondaba por todos los rincones. No en vano puede que sea el mayor desafío al que se enfrenta Feijóo. Porque no olvidemos que fue una de las causas del fracaso de Casado, quien se equivocó gravemente al querer hacerle frente en su propio terreno.

Pero, ¿tiene el nuevo líder alguna estrategia para recuperar esos votos perdidos hacia la ultraderecha? Puede que se comporten como en la convención y traten de ignorar a Vox todo lo posible, hacer como si no existiera. O puede que intenten recuperar a esos sus votantes descarriados.

Salta a la vista que la operación no será fácil. Pues, ¿cómo se transforma un votante ideologizado y radicalizado en otro pragmático y desapasionado? Solo se me ocurren dos vías: o por “seducción”, haciéndoles pensar que este PP merece el retorno, que parece ser la opción escogida; o por “coacción”, dejando claro que nunca más habrá un gobierno de coalición PP-Vox. Esto último entraña un riesgo evidente y una valentía que no le presumo a Feijóo.

De hecho, tuvo la oportunidad de impedir un gobierno de coalición con la extrema derecha en Castilla y León, pero no, hábilmente dejó hacer a Fernández Mañueco, para intentar recuperar el poder cuanto antes. Esa decisión aleja al PP de su lugar como partido conservador europeo que puede dirigir España desde un centro derecha moderado. Se pudo comprobar ayer en la investidura de Mañueco.

Además, el momento es especialmente peligroso porque la enorme crisis política y económica, que ha provocado la invasión y guerra de Ucrania, exige la máxima unidad y cooperación entre gobiernos y partidos de la UE contra la política belicista de Putin. Nadie en la izquierda o la derecha puede ignorar la gravedad del paso dado. Y espero que los votantes españoles no lo olviden, porque ya hay un cogobierno con la ultraderecha en Castilla y León y posiblemente otro en Andalucía este año.

El PP y otros partidos europeos habían llegado a acuerdos de investidura con la extrema derecha. Pero una cosa es llegar a acuerdos de investidura y otra, mucho más peligrosa, darles acceso a los órganos de gobierno. Es desde los gobiernos, ejerciendo el poder y la gestión, donde Vox hará valer su programa y difundirá sus mensajes de racismo, xenofobia y machismo. Por primera vez, la extrema derecha ha conseguido en España saltar el cordón sanitario y adquirir lo que los expertos llaman “un escudo reputacional”.

Ciertamente el candidato popular, Alfonso Fernández Mañueco, jamás tuvo la opción de tomar una decisión contraria a los intereses de Núñez Feijóo. Porque, si el nuevo líder de los populares no hubiera querido, Fernández Mañueco no habría dado nunca ese paso. Así que, el presidente del PP no puede esconderse ni rechazar la responsabilidad en lo ocurrido. Feijóo llega a la dirección del PP con una decisión tomada que puede marcar toda su trayectoria política futura.

Porque Nuñez Feijóo pudo haber ayudado a cambiar toda la desagradable dinámica política de este país, pero con los hechos parecer haber renunciado a ello. Si ahora quiere volver a dar un giro, con la cita cordial con Sánchez, lo tendrá mucho más difícil porque, una vez más, un dirigente político español ha sacrificado su credibilidad a los intereses inmediatos de su partido. Además, con la errónea idea de poder domesticar a los de Abascal. De verdad, ¡cómo yerran los del PP!

Un comentario

  1. Los voceros que critican a la oposición y se callan como p.. ante la mala gestión, despilfarro y corrupción del gobierno sociata podemita comunista demuestran su calaña.
    La ultraderecha que denostan los voceros lacayos lameculos ultraizquierdistas que no ven la viga de los corruptos y ladrones en su ojo y ven la paja en el ojo ajeno, si tuvieran vergüenza se quedarian callados. Hablan para quedar bien delante de su AMO.
    PARA LOS VOCEROS ANALFABETOS, LES DIRÉ QUE EL FASCISMO ES UNA RAMA DEL SOCIALISMO. LA OTRA ES EL COMUNISMO.

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