Una cadena secuenciada de sanciones económicas es el arma enarbolada por occidente para contrarrestar el brutal expansionismo panruso de Vladimir Putin en Ucrania. Una guerra que angustia a toda la humanidad y, que destruye, de una vez por todas, la credibilidad de ese régimen autocrático.
Carl Von Clausewitz, el rival prusiano de Napoleón, decía que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Ahora la economía parece ser la réplica a la guerra, aunque la vía elegida consiste en perseguir la fortuna de los oligarcas rusos en el extranjero (incluida la de Putin), que supone el 85% del PIB de Rusia.
Está claro que Estados Unidos y sus aliados no van a intervenir con fuerzas propias contra la invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin. Sin embargo, la respuesta de Occidente a la brutal agresión de Putin consistirá principalmente en sanciones financieras y económicas. Pero, ¿hasta qué punto pueden ser efectivas estas sanciones?
Pueden ser muy efectivas si Occidente muestra la voluntad de asumir su propia corrupción. A corto plazo el régimen de Putin no parece muy vulnerable. Pero, es cierto que Rusia acabará pagando un alto precio por las políticas agresivas de Putin, aunque pueda tardar años en visibilizarse. La economía rusa es liviana, equivale en tamaño a la española.
De momento, no habrá más acuerdos sobre gasoductos, ni apenas inversiones extranjeras directas en Rusia. Al fin y al cabo, ¿quién va a querer establecer compromisos duraderos con un país cuya jefatura autocrática ha mostrado un desprecio tan temerario por el Estado de derecho?
Europa, desgraciadamente, se ha permitido inútilmente llegar a ser enormemente dependientes de las importaciones de petróleo y gas natural ruso. Esto significa que, en el caso de que se intentara cortar por completo las exportaciones rusas, Europa, se impondría a sí mismo problemas de escasez y unos precios altos de la energía.
Moscú provee a Alemania con el 66% de su consumo gasista, a Europa con el 40% de media y a España con el 11%. Menos mal que este nubarrón del suministro energético tiene como solución (amén de Noruega o el Golfo) el tubo argelino, el conducto argelo-marroquí y las ocho plantas regasificadoras españolas (de un total de 21 en la UE, aptas para tratar el gas líquido importable en buques metaneros).
Las sanciones financieras, que reducirían la capacidad de Rusia para reunir y mover dinero en el extranjero, son fáciles de aplicar. De hecho, el jueves el presidente Biden anunció que tomaría medidas enérgicas contra los bancos rusos. Pero los efectos serán limitados a menos que Rusia sea excluida de SWIFT.
El SWIFT es el sistema de pagos interbancarios con sede en Bélgica. Este miércoles la Unión Europea ha excluido a siete bancos rusos del sistema de mensajería para transferencias bancarías Swift, pero ha decido dejar dentro del sistema a Gazprombank porque gestiona las transacciones energéticas de Rusia-UE.
Otra poderosa arma financiera frente al régimen de Putin es perseguir y bloquear las cuentas corrientes de las inmensas fortunas en el extranjero de los oligarcas que rodean a Putin y le ayudan a seguir en el poder y con su política expansionista.
El conocido economista Thomas Piketty ha señalado que Rusia ha registrado enormes superávits comerciales cada año desde principios de la década de 1990, lo cual debería haber dado lugar a una gran acumulación de activos en el extranjero. ¿Cómo es posible? La explicación obvia es que los rusos ricos han ido llevándose cuantiosas sumas de dinero y depositándolas en otros países.
Las cifras en cuestión son alucinantes. Se calculan que, en 2015, las fortunas ocultas en el extranjero de los rusos ricos equivalían a alrededor del 85% del PIB de su país. Piketti descubrió que en Rusia “la gran mayoría de las principales fortunas están depositadas en el extranjero”. Esto crea una enorme vulnerabilidad que Occidente puede explotar.
Ahora bien, ¿pueden los gobiernos democráticos perseguir estos activos? Sí. Existe tanto la capacidad técnica como la base legal. Por ejemplo, la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de Estados Unidos mediante Sanciones. De hecho, Gran Bretaña congeló los activos de tres prominentes compinches de Putin a principios de esta semana, y podría dar el mismo trato a otros muchos.
Así pues, existen los medios para someter a una enorme presión financiera al régimen de Putin (y no a la economía rusa), pero, ¿Occidente está dispuesto a hacerlo? Esta es la pregunta del millón. En este punto se presentan dos hechos incómodos. El primero es que hay bastantes personas influyentes, tanto en los negocios como en la política, que comparten profundos enredos financieros con los cleptócratas rusos. Especialmente en Gran Bretaña.
El segundo es que será difícil perseguir el dinero ruso blanqueado sin complicarles la vida a todos los que practican el blanqueo, sean de donde sean. Y si bien los plutócratas rusos pueden ser los campeones del mundo en este deporte, desde luego no son los únicos: los megaricos de todo el planeta tienen mucho dinero escondido en cuentas en el extranjero.
Adoptar medidas eficaces contra el punto más débil de Putin, su talón de Aquiles, exigiría enfrentarse a la propia corrupción de Occidente y derrotarla. ¿Puede el mundo democrático estar a la altura de este desafío? Lo veremos en los próximos meses. Eso, si China no dice antes: basta.