27 días de creación intensa y fértil, porque ese era precisamente el periodo de tiempo que duraría el hechizo, el encantamiento que abriría el umbral de las rosas blancas a la mente de su autora, para que, de esta hermosa manera, rindiera homenaje y emo- cionado recuerdo a sus seres queridos, que habían cruzado ya la laguna fría hacia mejor vida.27 días de entrega a los que nos esperan en la otra orilla pero ni uno sólo más. Así me lo confesó el primer día de gestación y se lanzó frenética, iluminada, pletórica, exultante de emoción por consumar la misión autoimpuesta con rotunda convicción.Así fueron viendo la luz cada uno de los 46 poemas que conforman este libro emotivo pero alegre, elegiaco pero vital, de ida y vuelta entre las dos costas de la Estigia pero sin caer en la lacrimosa actitud que satura con mucha frecuencia poemarios de este corte, sino todo lo contrario, retratando a los protagonistas cuando estaban más vivos, más llenos de energía y de ilusiones, cuando eran más ellos mismos.Pero también está este libro preñado de poemas intensos, que recogen momentos de goce y felicidad supremos otorgados por la belleza de la música, por la generosidad de la Naturaleza, por los dones nutricios de la poesía y de la cultura en general vivida con pasión y aún hay espacio, el justo y necesario, para elevar la voz, agriar el tono y de- nunciar los desmanes de los hombres y la sin razón de los tiempos que corren sin pararse a pensar hacia donde dirigen sus alocados pasos. 27 líneas para glosar 27 días.
Juan Emilio Ríos Vera
Testigo de excepción