Una recesión que, en el caso de área del euro, se prolongó sin solución de continuidad hasta el año 2013 como consecuencia de la nefasta gestión de la crisis de la deuda griega por parte de las autoridades monetarias y fiscales europeas, que actuaron tarde y mal, con graves consecuencias para nuestras democracias.Aquella crisis financiera no era una más de las vividas en la mitad del siglo XX. Hoy podemos afirmar que una gran recesión democrática se ha instalado en nuestras sociedades. Pongamos como ejemplo el Brexit en el Reino Unido o la elección de Donald Trump en Estados Unidos.Las democracias se ponen en peligro cuando los ciudadanos se encierran en su vida privada, los críticos se callan y el cinismo se vuelve endémico. Aún en nuestro país seguimos en democracia, aunque estemos gobernados por un partido corrupto y personas poco fiables.Porque son los ciudadanos responsables los que en las urnas o haciéndose oír en la calle deben restaurar los valores que hicieron posible nuestra democracia en esa Transición tan denostada y criticada ahora por partidos como Podemos.¡Ay! qué bien nos hubiera venido a los españoles al principio de la crisis financiera y de la recesión de 2008 unos nuevos Pactos de la Moncloa para sanear nuestra economía como se hizo hace 40 años. Las cosas hubieran sido muy diferentes en estos años.Dicen que la economía no es una ciencia exacta. Ni lo es, ni falta que le hace, pues para eso están las matemáticas. Aunque una menor exactitud no le impide ser ciencia: exhibe principios bien establecidos, regularidades experimentadas y establece leyes universales. Y realiza predicciones precisas al igual que un médico cuando establece un pronóstico vital, pues no importa la exactitud, sino que sus predicciones sean correctas.Sin embargo, en 2008 los políticos españoles se quedaron desnudos y asustados ante los mercados, dejándose arrastrar hacia la recesión y sus medidas de austeridad, tanto económicas como democráticas, como está ocurriendo ahora con otra crisis como la catalana. En ambas había y hay medidas para hacerles frente, pero hace falta una clase política diferente y a la altura de la situación.Diez años después la economía española ha vuelto al crecimiento. Y nos dicen que la crisis ya ha pasado, porque en el segundo trimestre de 2017 hemos alcanzado el PIB de 2008. Pero ¿a qué precio? La renta disponible y el PIB “per cápita” son menores que en 2007, el endeudamiento exterior neto es excesivo y la deuda pública se ha triplicado. ¡Qué década perdida!El paro ha bajado a 3,5 millones de personas, pero el empleo cada día es más precario. Y la desigualdad crece, pero nadie habla de ello aunque España presente en 2016 una tasa de pobreza del 22,3% -frente al 16,5% alemán o el 13,6% francés- y con pocos visos de que pueda reducirse en un futuro cercano. Así que la herida económica y social no se ha cerrado.Por eso, sería imperdonable que ahora tirásemos por la borda tantos sacrificios sufridos y no aprovechásemos la reforma constitucional prevista, que no solo es posible, sino necesaria, para defender de nuevo un proyecto de España tan alejado de quimeras ideológicas como respetuoso con las leyes de la economía. Pero sin olvidar que sin equidad social no hay eficiencia económica. O los demócratas acabamos con la crisis o la crisis acabará con la democracia.