El 2 de Octubre. Por: Ángel Luis Jiménez

 IAM/ALJ En el mal llamado problema catalán, que también es un problema genuinamente español, parece haber llegado al momento de la verdad. La única salida ahora, con el inicio de la campaña por el referéndum y la rebeldía fiscal, es la desobediencia o el uso de la fuerza. Por eso algunos fantasean con la imagen de los tanques en la Diagonal de Barcelona.

La clave está en la información. ¿Conocen los catalanes los pros y contras de esta aventura? ¿Sabe la gente el precio que tiene que pagar? ¿Están dispuestos a pagarlo? La realidad es que nadie sabe a qué atenerse. Y sin embargo la posibilidad de hacernos todos mucho daño es cada día más real. Ya ocurrió en 1931, cuando el presidente Maciá proclamó la república catalana el 14 de abril, en los albores de la Segunda República, dentro de la “confederación ibérica”, aunque se echó inmediatamente para atrás. Cosa que no ocurrirá ahora estando por medio la CUP. 

Y también el 6 de octubre de 1934, cuando el presidente Lluis Companys proclamó “el estado catalán dentro de la República federal española” y el ejército asedió a la Generalitat defendida por los Mossos d’Escuadra. La proclamación derivó en unos disturbios que acabaron a tiros y con cerca de medio centenar de muertos. Muy lejos, claro, de la realidad de ahora, pero la posibilidad de violencia existe y preocupa.

En estos días el filósofo Fernando Savater ha expuesto que es necesario desterrar cualquier resolución imaginativa para este problema y aplicar la ley. Tampoco es tan simple, pues detrás de este conflicto entre España y Cataluña está la arrogancia de la primera y la vanidad de la segunda. Así, mientras que el Estado se encierra en la razón legal y en su capacidad para imponerla, el Gobierno catalán, es decir, el independentismo, encuentra en su juego con la legalidad una gimnasia espléndida para su narcisismo.

En esta situación solo caben dos salidas: o bien, derrotas con argumentos las razones de la desafección; o bien, promueves la reforma del sistema político buscando un nuevo marco que pueda ordenar la vida política de forma normalizada. Pero lo cierto es que ninguna de estas dos cosas se llevaran a cabo, sino que, en buena medida, la segunda ha sido imprudentemente anatematizada en diversos foros, incluido, y esto es lo más grave, el parlamentario. Por eso no hay forma de llegar a posibles acuerdos. Así que tendremos que esperar al 2 de octubre. Y una vez inventariados los restos de los respectivos naufragios, se vuelve a hablar de nuevo. Dios lo quiera.

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